domingo, 8 de noviembre de 2015

Humberto Gallegos Castillo.


Humberto Gallegos Castillo; cronista de Píritu (Municipio Esteller) del Estado Portuguesa, entendió y asumió con verdadera y firme conciencia esa misión plena de nobles enseñanzas. Fue un luchador constante contra la ignorancia y el desconocimiento del que ha sido victima nuestra cultura ancestral, rica en genuinas manifestaciones populares.

Su filosofía estaba moldeada por el principio según el cual el arma y razón de ser de los pueblos está cimentada sobre conocimiento de su historia y de su legado cultural, reafirmando siempre sus estrechos vínculos espirituales con las manifestaciones religioso – populares de su tierra. En su trajinar de “ESCRUDIÑADOR DE MEMORIAS “ cargó sobre sus hombros la historia del pueblo piriteño por los distintos rumbos de la geografía patria, la cual pregonaba y exhibía con el orgullo y la alegría de saberse hijo de esta noble tierra Portugueseña. En su palabra grata y fascinante de juglar aprendimos de las pequeñas historias de nuestras tradiciones, en su chispeante sentido del humor recogíamos el condimento popular de los personajes tradicionales y sus anécdotas. Muchos no entendieron el clamor de sus angustias ante la destrucción de nuestro patrimonio histórico, ante la devastación de nuestros recursos naturales, de allí que su legado de piriteño integro tiene que ser una convocatoria constante a la lucha por el rescate de nuestra memoria de pueblo, batalla que no abandonó ni aún en sus momentos más difíciles.

Humberto Gallegos Castillo; fue la clara voz y el espejo a través del cual podíamos mirar orgullosos nuestro pasado; como todo edificador de la memoria espiritual de su pueblo, labor no menos noble pero desgraciadamente ignorada, sintió y padeció el injusto desconocimiento a su invalorable trabajo por parte de quienes asumen la función pública con la infeliz torpeza de no valorar la infinita riqueza de la cultura popular.

Parafraseando a Wilfredo Bolívar, podemos afirmar que es “ahora cuando vamos a sentir la ausencia de Humberto Gallegos Castillo “, un hombre que desvivió por lo justo, un hombre hecho de paso y caminos, de angustias y nostalgias, de recuerdos y memorias.

Obras literarias de Humberto Gallegos Castillo

           
Texto: Humberto Gallegos Castillo. 
 A comienzos de la segunda mitad del siglo pasado (XIX), desde El Tocuyo habían salido tres hermanos en busca de nuevos horizontes, con ellos llevaban un cargamento de esperanzas y una ancestral devoción por la Virgen del Carmen. Eran Fortunato, Abel y José Andrés Anzola. Habitaron en Araure, pero desempeñaban sus faenas agrícolas en una hacienda de café ubicada en Monte Oscuro. De aquí, unos se fueron para Monigote y otros para El Playón, aunque después decidieron venir con sus familiares a vivir en Píritu.
De la unión matrimonial entre José Andrés Anzola y Dominga Delgado nacieron: Juan, Baudilio, Escolástico, Eduvigis, Pablo, Anita e Ignacio Anzola.
     Al producirse el fallecimiento de Doña Dominga, Don José Andrés encargo el cuidado de sus menores hijos a Doña Julia Betancourt, quien por muchos nexos estaba unida a dicha familia. Entre estos menores se encontraba Ignacio vivían en Monigote que para ese entonces era un pueblo próspero y de mucho porvenir.
     Un 16 de julio, día de la Virgen del Carmen, comprendida entre los 1882 y 1883, Ignacio Anzola, siendo muy joven, aun como de costumbre iba al río Guache, ubicado a poca distancia de Monigote, el rio había crecido saliéndose de su cauce. La corriente arrastró una piedrita, la cual había quedado colocada en la horqueta de un samán situado en esta orilla del río. Allí la encontró Ignacio Anzola, la recogió, la observó con detenimiento y notó en ella una silueta que desde ese mismo instante fue para él La Virgen del Carmen. Luego llegó a su casa y entregó la piedrita a Doña Julia Betancourt para que se la guardara, ella inmediatamente la colocó en un frasco conagua, basada en la creencia de que así crecería un poco más. Automáticamente se convertía Doña Julia en la primera cuidadora de la “Virgen del Carmen” aparecida a Ignacio Anzola. La noticia de este hallazgo se fue propagando poco a poco afianzándose la devoción por la Virgen del Carmen.
     Años después, en la primera década de este siglo (XX), Ignacio Anzola contrajo matrimonio con Pastora Herrera, una vez producido este hecho se lleva la Virgen para su nuevo hogar, ocurre esto aproximadamente en el año 1909, y en su casa de familia ubicada en la actual carrera seis (6) con la esquina de la calle ocho (8) de Píritu comienza a celebrarle los velorios. Su condición económica, unida a su devoción por la Virgen y al dinamismo de su espíritu contribuyeron a que estos velorios marcaran época en el desarrollo cultural de nuestro pueblo, dando origen a una de nuestras mas puras manifestaciones folklóricas. Gratos recuerdos viven en la mente de nuestros viejos.
     La muerte sorprende repentinamente a Don Ignacio Anzola apenas iniciaba un baile en su casa. Estaba muy alegre ese día. Celebraba la Fiesta del Árbol. Había bailado con su esposa. Este hecho se recuerda porque antes no los habían visto bailar juntos; salió a la calle y se desplomó sin vida. Sucedió esto el domingo 29 de mayo de 1932 como a las 7 de la noche.
     La familia Anzola cayó en luto, y ese año, ni el otro hubo velorios a la Virgen del Carmen, y así sucesivamente comienza a decaer esta tradición. Nadie pudo imaginar el 16 de julio de 1931 que ese sería el último velorio de la Virgen en que estaría presente Ignacio Anzola, menos que esa noche, también desapareciera de la vista de la mayoría de los piriteños la Virgen del Carmen.
      Transcurridos 14 años de la muerte de Don Ignacio Anzola, su sobrino Manuel Peña Anzola (viviente) en el año 1946 se lleva a la Virgen para “La Vega Guillen era” y allí se comienzan nuevamente los velorios hasta 1959, fecha esta en que se traslada al caserío “Banco del Pueblo”, continuando con su tradición. En 1974 la “Virgen del Carmen de Ignacio Anzola” es declarada Patrona de “Banco del Pueblo”, donde cada año se celebran fiestas en su honor.     

Historia de "La Pura y Limpia Concepción" de Píritu

  Texto: Humberto Gallegos Castillo.
 Es la talla de madera de 1 metro, 20 centímetros de altura, vestida de seda en la que solo se destacan el rostro y las manos, siendo producto de anónimo artista de nuestra imaginería popular; aunque no es una obra exponente del mas fino y puro arte está considerada como una joya de inmenso valor sentimental dentro del campo religioso en la historia de nuestro pueblo.
     Esta imagen, cuya veneración se remonta al año 1860, perteneció a la familia Méndez, humilde; de escasos recursos económicos. Durante este tiempo la imagen estaba a cargo de Eufemia Méndez. Entonces era conocida como “LA PURA Y LIMPIA CONCEPCIÓN” y su traje era de color rosado pálido con manto azul, y tradicionalmente le celebraban su fiesta o velorio cada 7 de diciembre, víspera del día de la Inmaculada Concepción. A esta celebración, tan famosa en su época, acudía gente de todo el pueblo de Píritu. Así como de la mayoría de los caseríos vecinos, unos por abundancia de comida y bebidas propias de este tipo de celebraciones resultaba rumbosa.
     Al morir Eufemia Méndez, la imagen paso a manos de su hija Isabel Méndez, quien continuó con la tradición. Durante este tiempo la devoción por la “PURA Y LIMPIA” (como llegó a llamarse a partir de finales del siglo pasado -XIX) tomó auge motivado al hecho de que el incendio que azotó a Píritu en el año 1896, la casa donde estaba la virgen no se quemó.
     Durante los primeros quince años de este siglo (XX), la fiesta de “LA PURA Y LIMPIA” se efectuaba en una casa situada en las inmediaciones de la esquina formada por la carrera cuatro (4) con calle siete (7) y se mantuvo hasta la muerte de Isabel Méndez, luego la virgen pasó a manos de José Félix Hernández, quien por diversos motivos no pudo continuar con esta devoción.
     La familia Méndez se había prometido que cuando no pudieran continuar celebrando la fiesta de la virgen, ésta se donara a la iglesia de Píritu. Fue así como Ramón Méndez, hijo de Isabel Méndez y Juan Félix Hernández (padre de Antonio, José, Carmen, Pedro, Thelmo y Honorio Quintana); hizo la donación respectiva en el año 1920. Es entonces cuando se cambian los colores tradicionales del traje de la virgen, el cual pasa a ser de color blanco con el manto negro, representando así a “La Virgen María” o la “Dolorosa”, saliendo en procesión cada Semana Santa. Se continúa venerando a esta Virgen hasta la Semana Santa de 1960.
     Este año desaparece la vieja iglesia de Píritu para dar paso a la que actualmente tenemos, y la mayoría de las imágenes fueron sustituidas por imágenes nuevas. “La Dolorosa”, junto con otras imágenes (que hoy pertenecen a la colección destinada a nuestro ansiado “Museo de la Tradición”) quedaron abandonadas en el local del mercado, de donde fueron recogidas y depositadas en una casa de familia donde actualmente se encuentra.
                         
Descripción: http://aliriorac.bligoo.es/media/users/19/958735/images/public/217957/Humberto_Gallegos.jpg?v=1329965686287
Humberto Gallegos Castillo.

Alumno: Jesús Díaz.                  Asignatura: Castellano.
Año: 4° informática.                                                         
Prof: Yenny Gálea.

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